Subrayando:
Salarios, cesantía y empleo
Por Pavel Isa
Contreras
En las
sociedades capitalistas, el precio del trabajo no se determina libremente en el
mercado. El consenso que se ha forjado por décadas es que el salario es un
precio demasiado importante, el cual debe ser establecido a través de
mecanismos de decisión política. La forma más simple que ha adoptado ese
mecanismo es los salarios mínimos,
revisados periódicamente. Y aunque el salario mínimo sólo es formalmente
efectivo para las entidades que son regulables como las empresas formales y el
sector público, es claro que termina siendo una guía para el comportamiento del
resto de las remuneraciones laborales.
Hay al
menos cuatro razones por las que los salarios y otros beneficios laborales
son regulados. La primera es que se procura, con mayor o menor efectividad,
que la fuerza de trabajo tenga la posibilidad de desempeñarse como tal y de
reproducirse. La segunda va un paso más allá de la primera y es que el
trabajo resulte en una vida digna. Esta razón parte de una perspectiva
ética que pone la atención en la superación de las privaciones humanas.
Asegurarse de que el salario mínimo sea suficiente para adquirir una canasta
alimentaria básica y el seguro de salud son quizás los ejemplos más conspicuos
de esa preocupación. Las dos razones anteriores suponen que sin la regulación
los salarios y las condiciones de vida en general declinarían hasta niveles
éticamente inaceptables.
La
tercera tiene que ver con la protección de la población empleada,
especialmente cuando la caída en la actividad económica o los cambios
tecnológicos fuerzan al desempleo. La economía capitalista tiende a generar
crisis recurrentes. Frente a ellas se han diseñado dispositivos como la
cesantía o el seguro por desempleo para proteger temporalmente a la población
afectada. De paso, esto contribuye además a evitar que las crisis sean menos
profundas porque impiden que la demanda agregada y la actividad económica se
desplomen aún más.
La
cuarta es simple y sencillamente el poder que han acumulado los sectores
laborales y que han empujado a crear y sostener, con mayor o menor
efectividad, los esquemas de salarios mínimos y de beneficios sociales como la
protección.
Desde
la teoría económica tradicional se argumenta que las regulaciones
laborales como los salarios mínimos y otros beneficios incrementan el desempleo
y fomentan el empleo informal, porque encarecen la contratación. Sería
insensato no reconocer eso.
Sin embargo,
difícilmente el costo laboral sea la principal explicación del desempleo y
del empleo informal. Estos y el subempleo existen y crecen principalmente
porque la economía crece poco, o porque el crecimiento es muy concentrado y no
genera empleos suficientes. Después de todo, el empleo se crea cuando hay
oportunidades de negocios, especialmente en sectores que generan muchos puestos
de trabajo, y eso sólo sucede cuando existe un crecimiento de base amplia, y
cuando las expectativas de consumo y de ventas están en expansión, algo que no
se logra con salarios en declive.
Por
eso, reducir los costos laborales es una estrategia poco inteligente para
generar empleos, aunque haya algunos costos que se puedan reducir sin
generar impactos negativos en la población trabajadora o haya algunos
mecanismos de protección que puedan ser perfeccionados para hacerlos más
efectivos y con menores costos.
En el
país, la cesantía ha sido el costo laboral más cuestionado por sectores
empresariales. Se argumenta que es muy costoso despedir trabajadores,
especialmente cuando los contratos han sido largos, contribuyendo a precipitar
las quiebras en tiempos malos, principalmente de los pequeños negocios
formales. El argumento es verosímil.
Lo que
es menos creíble es que reducir la cesantía creará más empleos. Es poco
probable que debido a la cesantía, una empresa, en un escenario prometedor y
dinámico, lo piense dos veces antes de contratar personal si esto le va a
permitir aprovechar una buena oportunidad.
Precarizar
el trabajo es una respuesta pobre a la informalidad, el desempleo y el
subempleo. Los
bajos salarios y la desprotección no crean empleos. Lo que crea empleos es el
desarrollo productivo, y el crecimiento sostenido de la demanda y de las
exportaciones de bienes y servicios.
En
otras palabras, el camino no es hacia abajo, sino hacia arriba.
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@IsaPavel